Acerca de la conservación del patrimonio material en
Asturias.
La destrucción del cinturón de fortificaciones de Oviedo: la
piqueta contra la Historia.
Una breve aproximación a los ejemplos francés e italiano.
“Para un Estado social
y democrático de derecho el desarrollo de la cultura es un objetivo de primer
orden, y por ello el deber de garantizar la conservación y promover el
enriquecimiento del patrimonio cultural, cualquiera que sea su régimen y
titularidad, se convierte en uno de los presupuestos más importantes de los
principios superiores del ordenamiento jurídico”.
De este modo comienza el
preámbulo de la Ley 1/2001 de 6 de marzo referente a las Normas reguladoras del
Patrimonio Cultural que establece dos categorías superiores de protección,
comunes a bienes muebles e inmuebles. Por un lado, la de los Bienes de Interés
Cultural, la de mayor rango, coincidente con la definida por la Ley del
Patrimonio Histórico Español, proporcionando el régimen jurídico de protección
más intenso. Por otro lado, con un régimen de protección de menor intensidad se
creaba la categoría de los bienes incluidos en el Inventario del Patrimonio
Cultural de Asturias. Así mismo, y con el objetivo de dar la necesaria
publicidad, se crea el llamado Registro de Bienes de Interés Cultural de
Asturias y el Inventario del Patrimonio.
En su artículo 1, se hace saber que
la Ley tiene por objeto: “La conservación, protección, investigación,
enriquecimiento, fomento y difusión del Patrimonio Cultural de Asturias, de
manera que pueda ser disfrutado por los ciudadanos y transmitido en las mejores
condiciones a las generaciones futuras”.
De igual modo, el artículo 1 señala
que: “Integran el Patrimonio Cultural de Asturias todos los bienes muebles e
inmuebles relacionados con la historia y la cultura de Asturias que por su
interés histórico, artístico, arqueológico, etnográfico, documental,
bibliográfico, o de cualquier otra naturaleza cultural, merecen conservación y
defensa a través de su inclusión en alguna de las categorías de protección que
al efecto se establecen en la presente Ley, o mediante la aplicación de otras
normas de protección contempladas en la misma”.
Leyendo el preámbulo, sus 114
artículos y sus disposiciones adicionales, transitorias y finales, nos
encontramos con un verdadero catálogo de buenas intenciones que a nuestro
juicio queda viciado ya en su artículo 1 cuando se habla del interés histórico,
arqueológico, etc., para incluir en el citado Patrimonio Cultural de Asturias
un determinado bien mueble o inmueble. Porque la pregunta es evidente: ¿Son
verdaderamente objetivos los criterios que siguen las distintas
administraciones a la hora de considerar lo que se debe y lo que no se debe
incluir?. No lo parece a tenor de lo sucedido en Asturias en los últimos años.
Ya se ha hecho referencia en este Blog a la destrucción de las fortificaciones
republicanas que se encontraban en el entorno del nuevo hospital de Oviedo,
arrasadas por la piqueta de la ignorancia del concejal de urbanismo de turno. Para
hacer aún más sangrante su demolición, en la actualidad, los terrenos donde se
situaban son ocupados por un parque. ¿Nadie pensó en integrar el conjunto en
dicho parque, y tener así, con los correspondientes paneles explicativos, una
lección de historia al aire libre?
Fortificaciones republicanas en
Oviedo actualmente destruidas. Fotografía tomada en junio de 2007 por Pedro
Alonso.
Pese a los esfuerzos y el buen hacer
de asociaciones como ARAMA, el nulo interés, en ocasiones, de las
administraciones locales y regional, posibilitan estos desmanes. Más aún cuando
el artículo 11 de la Ley indica claramente que existe la posibilidad de
declarar de interés cultural un bien inmueble considerado como Sitio
Histórico, entendiendo como tal los lugares vinculados a acontecimientos de
interés histórico singular, a tradiciones populares o a creaciones culturales
relevantes.
¿Cómo afrontan nuestros
vecinos europeos todas estas cuestiones?. Cualquiera que haya atravesado
Francia en automóvil se habrá dado cuenta del mimo con el que en este país se
trata todo lo relacionado con su pasado, y de manera particular aquellos
lugares en los que sus conciudadanos lucharon y perdieron la vida. Verdún es un
ejemplo. Desde el fuerte Douaumont, capturado por los alemanes al comienzo de
la batalla, hasta todo el sistema de trincheras que atravesaban los bosques,
pasando por el osario de Douaumont y el cementerio militar, el pueblo destruido
de Fleury y, por supuesto, el memorial de Verdún, un magnífico museo de la
Primera Guerra Mundial. Puede consultarse al respecto la página www.en.verdun-tourisme.com.
También en Italia, país del que se
suele tener una imagen de caos permanente debido a sus continuas crisis
políticas, existe un grado de conservación y respeto hacia esos lugares de
memoria colectiva. Pueden venirse abajo las ruinas de Pompeya y de Herculano, o
encontrarse en un estado de abandono terminal el anfiteatro romano de Cagliari,
pero el respeto hacia sus muertos es casi reverencial. Destacan aquí las construcciones
existentes en el monte Grappa (http://www.montegrappa.org/mausolei/mausolei.php)
con sus mausoleos, sagrarios y cementerios, acogiendo los restos de soldados
italianos, austriacos y húngaros, en lo que fue una zona de intensos combates
durante la Primera Guerra Mundial. Por supuesto, perdura en Italia el recuerdo
y el respeto por aquellos lugares en los
que la Segunda Guerra Mundial dejó su rastro. Así sucede, por ejemplo, en la
pequeña localidad de Marzabotto, al sur de Bolonia, que vio como entre los días
29 de septiembre y 5 de octubre de 1944 las tropas alemanas, en especial las
Waffen-SS, masacraban a casi mil personas según los datos más recientes. Dar un
paseo por Marzabotto supone encontrarse con el testimonio de lo sucedido y con
el homenaje a sus vecinos asesinados, siendo de visita obligada el mausoleo
allí existente. En la página web del municipio, www.comune.marzabotto.bo.it
existe un apartado denominado La storia e la memoria, en el cual se
explica al visitante lo sucedido en 1944.
Ni que decir tiene que todas las
ciudades y pueblos de Italia están salpicados por el recuerdo a sus muertos.
Así, abundan las placas en recuerdo a los partisanos caídos durante la
ocupación alemana o a los judíos asesinados o perseguidos por las leyes
raciales del gobierno fascista italiano.
Homenaje de la ciudad de Módena
a los partisanos caídos en la Segunda Guerra Mundial. Fotografía tomada en
julio de 2008 por Pedro Alonso.
Incluso en los antiguos países del
bloque soviético, como es el caso de Hungría, según nos cuenta el catedrático
de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza, Julián Casanova, el
ayuntamiento de Budapest decidió crear un parque de memoria, inaugurado en
1993, en el que se muestran algunos de los monumentos más representativos de la
época comunista, proporcionando al visitante, en su opinión, “una excelente
oportunidad, casi única en el mundo, de procesar visualmente una parte del
pasado traumático más reciente y de analizarlo críticamente” [1]
Parece evidente, a través
de estos ejemplos, que el concepto que algunos de nuestros países vecinos
tienen respecto a la conservación del patrimonio histórico está varios pasos
por delante del que se puede apreciar en España en general y en Asturias en
particular, existiendo entre nosotros un retraso claro en el desarrollo de una
conciencia colectiva de respeto, conservación y estudio de aquellos lugares de
interés histórico en los que sucedieron acontecimientos destacados de nuestro
pasado. Más aun si se habla de cuestiones relacionadas con la Guerra Civil,
tema espinoso en el que se sigue utilizando, en ocasiones, la Historia como
arma arrojadiza.
No quisiéramos finalizar este
artículo sin mencionar un ejemplo sangrante, de los muchos que existen en
Asturias, acerca de la dejadez de las instituciones con nuestro patrimonio
cultural, y no sólo con el relacionado con la Guerra Civil. Cerca del pueblo de
Naves, en el concejo de Llanes, se encuentra en un estado de calamitosa ruina
lo que fue el monasterio de San Antolín de Bedón, siendo la iglesia lo único
que queda en pie del antiguo monasterio benedictino construido a principios del
siglo XIII. De poco ha servido que ya en 1931 fuese declarado Bien de Interés
Cultural y Monumento, así como que la Ley actualmente en vigor lo proteja, si
el legislador mira hacia otro lado y prefiere no invertir en conservar un
patrimonio de todos los asturianos que está a punto de desaparecer comido por
la vegetación.
San Antolín de Bedón. Fotografía
tomada en octubre de 2013 por Pedro Alonso.
No es sencillo dar una
explicación de por qué aquí la piqueta se suele imponer a la Historia. Puede
que si los responsables políticos conocieran como gestionan en algunas zonas de
Europa su pasado, entenderían que la conservación del patrimonio cultural,
tanto si se trata de un templo románico o de una casamata de 1936, no es sólo
una obligación moral, sino una necesidad vital para que las gentes de un
determinado territorio no pierdan el recuerdo de aquello que una vez ocurrió,
siendo capaces de entender mejor su presente.
[1] Puede leerse el artículo completo en el
diario El País de 25 de octubre de 2011
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